viernes, marzo 06, 2009

Europa Universalis Roma: Mi máquina del tiempo (Parte I)



Hoy quiero llevaros conmigo en un viaje a un lugar muy lejano tanto en el tiempo como en el espacio, y en vuestra imaginación. Por medio de mi singular máquina del tiempo, el videojuego Europa Universalis: Roma, visitaremos el extraordinario aunque exiguo Imperio Seleúcida.

Año 430 AVC (Ab Urbe Condita: es decir, después de la fundación de la gloriosa Roma) o, para nuestras cristianas entendederas, 323 Antes de Cristo. El lugar: Babilonia. Alejandro Magno acaba de morir y sus generales o diádocos se reparten el imperio que tan trabajosamente se había procurado. No hablaremos de las causas de su muerte, aunque sólo diré que la ambición es una fuerza que nos lleva por caminos oscuros: el de la traición o el asesinato, una fuerza de la que pronto seréis testigos.

El reparto fue tal y como sigue, si mi wikipedia no me falla:





  • Grecia, y Macedonia para Casandro, hijo del veterano general Antípatro.

De éstos cinco destinos dispares sólo dos serían realmente fructuosos, al menos durante un tiempo prudencial, hasta que la magna Roma tuviese algo que decir al respecto.

Sin embargo, en nuestra realidad alternativa a la que estamos a punto de asomarnos, algo distinto ha sucedido. Tras la muerte del diádoco Seleuco, testigo y participante en las hazañas del gran Alejandro, aparece una figura como la de Antíoco I. Este basileo, o rey para los griegos, fue el primero de una dinastía algo accidentada que, sin embargo, eclipsó a la poderosa Roma tanto en el helénico este como en el oeste, dando lugar a un mundo totalmente distinto al que conocemos por los libros de texto. La historia está a punto de empezar...

Antíoco I, el rey conciliador (473-493 AVC)

Sus primeros pasos como rey dieron la impresión de que se enzarzaría eternamente en una guerra fratricida con los descendientes ptolemáicos que residían en Egipto. Las contínuas trasgresiones fronterizas y, sobre todo, el escabroso tema de las provincias egipcias del Asia Menor (actual Turquía), demasiado cercanas a la ciudad del mismo rey, Antioquía, eran demasiado sangrantes como para no ignorarlas. El rey heredó una guerra con Egipto pero pronto descubriría que el equilibrio de poderes era demasiado ajustado como para lograr una victoria contundente.


Pasados unos años en los que no pudo conseguir mas que unos escasos kilómetros tras la frontera con Judea, decidió cambiar de estrategia. Enviaría sus Stratos más potentes (falanges combinadas con caballería a la manera alejandrina) hacia las provincias de Caria y Lycia, en Asia Menor. Ocupó el territorio que por derecho le correspondía, dejando un destacamento fantasma en la frontera fenicia. Los egipcios no se atreverían a realizar un contraataque debido a que en la última incursión habían quedado muy debilitados.

A la isla de Chipre llegaron algunas unidades derrotadas, atrincherandose en la espera de una pronta invasión de la isla por mar. Algo que sería muy fácil de planear pero más complicado de realizar.

Una vez asentado firmemente en toda la costa frente a Chipre, Antíoco buscaría una manera de conseguir toda una flota de la nada. Egipto le aventajaba enormemente en unidades y cualquier intento de hacerse a la mar resultaba en derrota humillante. Chipre debería esperar...

El sistema de alianzas de Antíoco era en un principio muy débil. Sólo los reinos helenísticos vecinos, como Pontus y Pérgamo, eran capaces de afiliarse a su causa. De Macedonia ya no podía esperarse nada bueno. Seleucia debería complementar su poderío terrestre con una importante flota. Pero no había mejor flota que la egipcia...

Tras unos años de angustiosa guerra, emboscadas en el mar, milagrosas incursiones seléucidas en el mismo continente africano y una nueva alianza con Bithynia, otro reino en la costa del Mar Negro, la tregua llegó en el 276 AC. Antíoco se llevó a casa sus dos provincias y estableció las bases de la que sería la conciliación entre hermanos. Ptolomeo y Antíoco, unidos en busca de la prosperidad.

Aunque la alianza con Egipto no llegaría hasta aproximadamente un siglo después, se habían puesto las bases del entendimiento. Dos potencias opuestas y simétricas jamás podrían aniquilarse entre sí. Por ello ambos decidieron mirar a otro lado:

- Antíoco al estratégico estrecho del Propóntide o de los Dardanelos y, por tanto, a Europa.

- Ptolomeo a sus no menos poderosos vecinos del oeste, los cartagineses y, por tanto, a Africa.

Ambos avances resultaron igualmente exitosos. Mientras que Antíoco I, con la ayuda de sus asiáticos aliados (y sin ella), pudo someter al pequeño reino de Tracia y la liga Aquea en la misma Grecia, Ptolomeo II trató con éxito de limar la región cirenáica de sus rivales cartagineses.

Sin embargo, ésta demostración de poder en la misma Grecia debía acompañarse de un compromiso de evitar el enfrentamiento con Antígono, rey de Macedonia. Él mismo había solicitado la ayuda de Antíoco para evitar la rebelión de las ligas del sur y, por tanto, una nueva alianza se palpaba en el ambiente. Sólo que Seleucia acalló las disensiones y penetró en el territorio, ocupándolo por completo. En vista de los resultados, Antígono decidió apartar la mirada y dejar hacer. A la larga, el peligro de Macedonia no sería la dinastía seléucida sino la misma Macedonia. Infinitas guerras civiles que terminarían por diezmar un territorio, algo que los descendientes de Antíoco sabrían aprovechar...


Todo este maremagnum militar se acompañó en la vida del basileo de una colonización intensiva en las fronteras más orientales del reino, un incremento en las tasaciones y en el saneamiento de las arcas y una funesta suerte con los ritos religiosos. Antíoco fue notorio por su capacidad bélica y diplomática, pero los hados no le acompañaron, nunca dedicó suficiente dinero a los templos de las divinidades. Era un gobernante escéptico, justo, generoso, disciplinado y lujurioso. Su único hijo varón fue asesinado a los 10 años de edad y sus hijas, poco peligrosas para los rivales al trono, vivieron hasta los 70.

Berossus I, el rey conspirador (493-522 AVC)

Toda la vida anterior a las responsabilidades de gobierno de este babilonio se centra en cómo alcanzar cotas mayores de poder. Todo heredero capacitado para gobernar en los últimos años de vida de Antíoco moría sospechosamente como lo hizo su hijo en su más temprana infancia. Una habilidad insana para la estratagema y el ardid, unido a una popularidad a prueba de los más duros exilios y desplantes por parte del poderoso monarca, facilitaron el ascenso al poder de Berossus.

Una vez en el gobierno seléucida resultó ser uno de los gobernantes más sabios y válidos. Desarrolló a la perfección toda la política iniciada por Antíoco:

- En el Este decidió seguir con la tregua egipcia. Consolidó las alianzas con los reinos griegos, arrasó Armenia, avanzó posiciones en el norte de Macedonia, ayudándolos contra los ilírios.

- En el Oeste, fortaleció su cabeza de playa en territorio lusón (Portugal) y vacceo (Meseta Ibérica), dando sentido al arriesgado intento de colonizar Iberia por parte de su antecesor. También se enfrentó a los Cantabros, ocupando su territorio con presteza.

- En el Norte, imitando a Antíoco en Iberia, inició otro acto de locura o tal vez de genialidad. Con escasas tropas pero bien curtidas en las guerras ilirias, atravesó centenares de kilómetros inexplorados hasta llegar al borde de las tierras germanas y conquistarlas en escasos años de campaña. El reino suebo sería una de sus más preciadas adquisiciones.

Con Berossus, Seleucia empezaba a mirar al mar. Su flota, ya fuera del peligro egipcio, navegaba sin miedo por el mar Mediterraneo. Puntuales encontronazos con la marina macedonia le dieron a entender que la suya seguía sin ser la flota más importante. Cincuenta navíos fueron los culpables.


Existen pocos registros de esta época, quizás debido a la necesidad de oscurantismo de este gobernante lleno de claroscuros. El último rey seléucida fue intrigante, agudo, en sus discursos daba la impresión de hablar con sinceridad, todo un maestro de la oratoria. Sus dos hijos varones también murieron rápidamente, la corte real había entendido que esa era la forma más rápida de alcanzar el trono.

Amadokos Manid, el Emperador (522-555 AVC)

Con las extensiones tan inmensas de terreno conquistado, el reino seléucida se quedaba pequeño. Ambicionando la inmensidad del imperio heleno de Alejandro, el joven y dinámico Amadokos se autoproclamó Emperador y juró solemnemente conservar y proteger a las tierras y gentes que conformaban su dominio.

Debido a la Guerra Civil del año 570 AVC, que prendió en los corazones de media Seleucia, los historiadores posteriores fueron nefastos con la familia Manid. Mentiras, difamaciones, bulos, así como incendios y saqueos en los centros de gobierno de ciudades como Antioquía, Seleucia o incluso Babilonia terminaron por borrar esta historia gloriosa de los primeros años del imperio.

Amadokos no logró éxitos tan fulgurantes en el ámbito militar como su hijo Phocas. Las malas lenguas decían que el hijo fue mejor combatiente que el padre. Algo fácil de creer sobre todo sabiendo que era manco. Tuvo roces con Massilia y Cartago, con lo que obtuvo la isla de Cerdeña. Fue testigo de la creación del reino independiente de los Taurisci en Iliria, de la guerra macedonio-egipcia en la que los primeros ganaron Chipre y Cirenaica. Participó en la guerra civil macedonia posterior y cedió territorios a Roma. Error que no le perdonarían sus críticos posteriores.

Bondadoso, modesto, justo, generoso, inteligente, fueron sus rasgos más característicos. Con él empezaron las modernas construcciones de irrigación en toda la extensión de Siria y la antigua Persia. Fue, sin duda, más un civilizador y colonizador que un conquistador.

Phocas Manid, el Traicionado (555-570 AVC)

Esta será una historia para otro día. El segundo y último de los Manid consiguió la provechosa alianza con Roma y luchó encarnizadamente contra los cartagineses, con resultados estratégicamente fructíferos. Con él se logró la hegemonía marítima en el Mediterraneo. La Edad de Oro había comenzado...

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