viernes, marzo 06, 2009

Continúa la Saga. EU-Roma Mi máquina del tiempo (Parte II)



Retomamos nuestra línea dinástica ya consolidada en la familia Manid. Phocas es el segundo emperador que conocen las gentes de Seleucia. Su capacidad con las armas ya es explotada sobremanera en su más tierna infancia. A los 5 años toma la corona imperial, ya muerto su padre supuestamente por causas naturales. Con sólo 10 años, se embarca en la complicada misión de asolar Cartago y todas sus provincias. 

  

 

Su objetivo es cumplido en pocos años con una eficacia que asombró a su época. Algunos hablaban de una complejidad logística similar a la que tuvieron que emprender Alejandro y los suyos de camino al Oriente. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Se había escogido sabiamente un enemigo que estaba al alcance de la mano combativa de los helenos. El Mediterraneo Oriental era prácticamente seléucida y, poseyendo puestos de avanzada tanto en Cerdeña como en Iberia, la tarea se facilitaba considerablemente.

  

 

El gran inspirador y realizador de este sueño fue el Gran Visir Olympos Helladid, tutor y regente del niño, hombre de confianza del antiguo emperador además de Senescal y Strategos (general) del potente destacamento Ibérico. Valiente y astuto como pocos, estableció un plan de conquista de tres cuerpos que ha sido copiado en posteriores ocasiones para invasiones de importancia capital:

  

 

- En el momento de la declaración de guerra ya estaba en camino desde Lusitania con sus tropas leales, dirigiéndose con celeridad al Estrecho de las Columnas de Hércules. 

 

- El Primer Nautikón, la flota principal de la Armada Imperial, se encargaba de diseminar su letal cargamento (el Stratos Púnico) por turnos: en Tarento, Córcega, Sicilia y finalmente en plena frontera cartaginesa.

 

- Desde la frontera con la Cirenaica controlada por Macedonia esperaba instrucciones el Stratos Tripolitano o Líbico, dispuesto para atacar posiciones enemigas como un rodillo apisonador.

 

Este plan sucedía de tal modo que en el momento de la inserción del Stratos Púnico a pocos kilómetros de la ciudad de Cartago, ya se habían ocupado territorios a derecha e izquierda del centro geográfico del dominio enemigo.

 

Todo ello sucedió a la perfección. Sin embargo, nadie contaba con la dureza negociadora de estos descendientes de fenicios. Finalmente, y pese a poseer todas las provincias, la situación no era especialmente provechosa. Phocas tuvo que conformarse con las provincias estratégicas del Mare Nostrum: Córcega, Tarento y Sicilia. Cartago seguiría en pie pero con la pesada carga de un tributo altísimo.

  


A Phocas se le define por los siguientes rasgos: generoso, precipitado, cruel, vengativo, arbitrario, brusco y con un aire de superioridad moral. De ahí se entiende el por qué del hartazgo popular que, una vez superados los triunfos de la guerra, vieron que someterse a su personalidad altiva y dictatorial no les daba los réditos deseados. El populacho, manejado por los hábiles dedos de la familia Zosimid, una de las más prestigiosas de todo el imperio, sería el instrumento perfecto para llevar a cabo su proyecto de purificación.

 

En la imagen inferior, busto de Seleuco Nicátor, adorado como el fundador de la dinastía seléucida y añorado por muchos. El pueblo llano deseaba la llegada de un nuevo emperador que no se amilanase como lo hiciera Phocas en el establecimiento de una tregua no lo suficientemente beneficiosa para los propios intereses, buscaban a un nuevo héroe.

 

 

Una dura guerra civil estaba a punto de comenzar... La mayor parte de los consejeros imperiales abandonan sus puestos, unos de motu propio y otros influenciados por moneda ajena. El vacío de poder es aprovechado por elementos rebeldes para crear caos y desorden a lo largo y ancho del imperio. Las fuerzas militares no eran capaces de hacer frente a tanto mal. 

 

A los treinta años de edad, Phocas es asesinado en su palacio de Seleucia, asediado por huestes y turbas vociferantes. El 1 de Agosto del 570 AVC concluye el período de oscuridad y anarquía, que había durado aproximadamente dos años, con la coronación de una nueva línea imperial, la de Aleos I Zosimid.

 

 Aleos I Zosimid, el Breve (570-578 AVC)

  

La función de este emperador fue la de acomodar de manera paulatina al pueblo a la nueva manera de actuar de los Zosimid. Los Manid habían pasado a la historia y, si bien algunos continuaban clamando venganza en el desierto liderando a mendigos y desesperados, otros habían sido aceptados en la corte como miembros destacados, aunque todos ellos poseían de un modo más o menos encubierto el resentimiento de haberles sido arrebatado el poder de las manos.

  

 

Poco más podemos decir de esta figura de transición. Retomó las obras de ingeniería ya olvidadas de Amadokos y, adaptando las nuevas técnicas aprendidas, construyó diques y canales por doquier. Sería su nieto quien llevaría la ingeniería y la arquitectura a cada esquina del Imperio.

 

Sin embargo, ya tenía una edad avanzada y con 61 años muere dejando un trono vacío. Su hijo, Agathocles Zosimid, se ve obligado a volver de la corte póntica donde estaba liderando una rebelión contra la déspota sacerdotisa Eurídice Aratid, encargándose de la regencia por período de unos pocos meses y asignándose el título de Gran Visir, entre otros. En ese tiempo deja preparado el camino para la coronación de su hijo Martiya, con tan sólo dos años de edad. Esa parece ser la tónica dominante en el imperio: hijos que capten la esencia del gobierno desde la más temprana edad, siempre con la ayuda de filósofos y sabios que lo ayuden en su cometido y en el aprendizaje de las más diversas materias.

  

Martiya I Zosimid, el Grande (579-... AVC)

 

Alcanza la hegemonía mediterranea del imperio seléucida. Abre múltiples frentes de batalla. Es el héroe esperado, que lidera a sus tropas a la batalla en los escenarios más insospechados: desde las montañas contra los independentistas armenios hasta el desierto contra la amenaza númida, pasando por las suaves colinas de Sicilia contra rebeldes pagados por Roma. En la siguiente entrega relataremos sus aventuras... Hasta entonces, volvamos al siglo XXI.

 

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