Os quiero guiar a través de bosques ignotos, templos de piedras antiguas y sotanos de inenarrable terror. Esta es la experiencia que se puede obtener al visitar Alemania en todo su esplendor...
Alemania día 1
Me adentro en el bosque anexo al pueblo fronterizo de Vaals, en busca de un laberinto extraordinario perdido en el límite entre Alemania, Holanda y Bélgica. La cuesta es dura y la lluvia arrecia pero la voluntad es firme: llegar a lo alto de la colina indemnes...
La segunda parte de la jornada consistía en encontrar la famosa capilla donde Carlomagno y tantos otros emperadores del Sacro Imperio Romano-Germánico ponían su espada al servicio de los poderes ultraterrenos de la incipiente iglesia católica. La catedral de Aquisgrán me estaba esperando y el cielo se teñía de un grisáceo plomizo, heraldo de malas noticias...
Alemania día 2
La catedral de Colonia espera al visitante que llega cansado de un agotador viaje de dos horas, procedente de Düsseldorf. Su sublime esbeltez deja atónitos a mis cansados ojos. Masas inermes de visitantes buscan el ángulo adecuado para retratar semejante testigo de los siglos. El dictámen fue rápido: me duele decirlo pero la catedral de Colonia es MEJOR que la de Burgos, pero no por mucho. A esa conclusión llegué después de ver aquellas estatuas de grandes heroes teutones con los filos en ristre...
La cámara del tesoro es un bunker parduzco al viejo estilo nazi: funcionalidad y seguridad. Sólo faltaban las letras góticas señalizando el recorrido. Sin embargo, las reliquias que contenía pertenecen al pueblo alemán y no han sido robadas, son fruto del trabajo artesanal de trabajadores con profundas convicciones. Lástima que no haya podido obtener ninguna muestra de su paciente labor, la vigilancia era férrea y mi propia vida corría peligro. Parecía como si, en algún instante, esa patina de bondad y deseos de democracia y libertad fuese a ser dinamitada, entrando a cañón en la estancia algún destacamento de soldados de asalto. Los *** se me pusieron de corbata, con los objetos sagrados de Alemania no se juega...
(Debido a lo reseñado anteriormente esta foto es la única que no es mía)
Alemania día 3
Las apuestas estaban más altas que nunca. La incursión al Vaticano de las S.S. podría hacer peligrar no sólo mi vida sino mi cordura. ¿Qué extraños rituales se habían realizado en el castillo de Wewelsburg? ¿Qué secretos se escondían tras aquel nombre tan extraño: hexen keller? ¿Qué de verdad y qué de ficción había en aquel castillo del siglo XVII? ¿Cuales eran los proyectos, sin duda descabellados, que tenía previstos Himmler para aquel apacible castillo? Esas respuestas y más iban a ser desveladas...
Alemania día 4
El tren me conducía con un suave traqueteo. Se debatía una lucha invisible entre él y yo. Yo porfiaba por obtener la mejor instantánea de aquellos lugares que se me iban mostrando como en una presentación de diapositivas enloquecida y acelerada. El rio Rin se me aparecia de repente y se me ocultaba tras los frondosos bosques. No sería fácil acceder a toda su belleza hasta que llegase a mi destino.
Una vez en Coblenza, Ad confluentes, pude admirar la majestuosidad del Rin y el Mosa, juntos. Como si pronto me hubiese convertido en un capitán de navio, enfrente mio se situaba la quilla de un monumental barco varado entre dos ríos. Pero no me hice ilusiones, miré detrás mio y vi con admiración al Gran Capitan: la estatua de Guillermo I se erguía más majestuosa que muchas otras que yo haya visto nunca...
... Pero eso fue al atardecer. Lo primero que hice nada más pisar tierra, aparte de besarla, como el Papa Juan Pablo II, que en paz descanse, fue dirigirme al Wehrteschnische Studiensammlung. Esto no fue cosa fácil, no más que pronunciar el puñetero nombre. Sin embargo, tras mucho esfuerzo y sudores, llegué a esa especie de hangar, paraíso de los amantes de las armas. No sin antes pasarme por el kaserne local para hacer una inspección de rutina...
No duré mucho tiempo más en Alemania. Poseo pruebas palpables de que lo que en el Studiensammlung se mostraba era algo más que los instrumentos de la guerra. Esos afables rostros no podían decir otra cosa. Ya había encontrado las mismas señales en calles perdidas de otras ciudades. Algo estaba pasando y yo no queria ser parte de ello. Debía dar buena fe de lo que ocurría en aquel templo de la masculinidad..., y en Alemania entera... como he comprobado en la TV, gracias a la opinión clarividente de un ciudadano, "precisamente no gracias a Dios".
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