lunes, agosto 10, 2009

Extinción del campo de batalla...



Aquí me tenéis, atado a mi ordenador, leyendo "Ampliación del campo de batalla", de Michael Houellebecq. Una tarde me ha costado leerme las escasas 121 páginas de que consta este interesante retrato de nuestra sociedad actual. En él, y pese a las diferencias evidentes entre los personajes protagonistas y yo, he podido sentirme representado como en pocos libros. Eso se debe a que "Ampliación del campo de batalla" no trata de personajes estereotípicos sacados de la fábrica de convenciones de un autor de bestsellers, sino de personas REALES con problemas AUTÉNTICOS y muchas veces PATÉTICOS.



Afortunadamente, no soy el único que vive en un duermevela mortal y eso me reconcilia con la humanidad. No soy distinto a los demás. Sin embargo, viendo el itinerario que sigue, por ejemplo, nuestro amigo Tisserand, uno no puede por menos de sentir un repelús. ¡Cuanta paciencia posee el ser humano! ¡Cuan infinita es su sed de esperanza!

A continuación os ofrezco, sin ánimo de destripar nada, fragmentos muy reveladores tanto de esta novela como de mi propia alma, diseccionada ya a menudo en este Cuaderno, negro no por nada:

"Bardot... afectada sin paliativos por la liberación sexual... no podía, evidentemente, invocar algún tipo de ética de la virginidad. Además, era demasiado inteligente, demasiado lúcida como para explicar su estado gracias a una "influencia judeo-cristiana"; sus padres, en cualquier caso, eran agnósticos. Así que no tenía escapatoria. Solo podía asistir, con un callado odio, a la liberación de los demás; ver a los chicos apretujarse, como cangrejos, contra el cuerpo de las otras chicas; ser consciente de las relaciones que empiezan, de las experiencias que se deciden, de los orgasmos de los que se alardea; vivir en todos sus aspectos una autodestrucción silenciosa junto al placer manifiesto de los otros. Así tenía que transcurrir su adolescencia, y así transcurrió; los celos y la frustración fermentaron despacio, convirtiéndose en una paroxística hinchazón de odio".



¿Qué más se puede decir? Pues lo siguiente...

"Grande es el deseo de amor en el hombre, hunde sus raíces hasta profundidas asombrosas, y sus múltiples raicillas se afincan en la materia misma del corazón. A pesar de la avalancha de humillaciones que constituía su vida cotidiana, Brigitte Bardot ("cruel coincidencia") tenía esperanzas y esperaba. Probablemente siga teniendo esperanzas y esperando. En su lugar, una víbora ya se habría suicidado. Los hombres no temen a nada".



Y ahora, la brutal confirmación que hace el protagonista de la novela a nuestro entrañable Tisserand, destripando una vida entera y vaciándola de contenido. Dentro ya no cabrá sino la nada.

"-¿Crees que se ha jodido?
-Claro, se ha jodido hace tiempo, al principio. Raphael, tu nunca serás el dueño erótico de una chica. Tienes que hacerte cargo, esas cosas no son para tí. De todas formas, ya es demasiado tarde. El fracaso sexual que has tenido desde tu adolescencia, Raphael, la frustración que te persigue desde los trece años, ya han dejado en tí una marca imborrable. Incluso suponiendo que pudieras conseguir alguna mujer a partir de ahora -cosa que, con toda franqueza, no creo que vaya a suceder-, no será bastante; ya nada será nunca bastante. Siempre serás huérfano de esos amores adolescentes que no tuviste. En tí la herida ya es muy dolorosa; pero lo será cada vez más. Una amargura atroz, sin remisión, que terminará inundándote el corazón. Para tí no habrá rendición ni liberación. Así son las cosas..."



Y es que nuestro mundo ya no consiste, parafraseando a Bruce Willis en "Seduciendo a un extraño" (película artificial y falsa donde las haya, pero de la que se pueden sacar enseñanzas, como de todo), "ya no es matar o morir. Es matar o ser IRRELEVANTE". Y bien, yo soy irrelevante. Como el buen Tisserand, desde el principio de mi vida tenía escrito un recorrido aséptico y vacío de emociones y afectos, rematado por un abrupto término que en mí todavía no se ha dado, de milagro. Vivo de prestado. Voy a revelar la principal motivación por la que sigo viviendo:

VIVO POR CURIOSIDAD

¿Qué marca de helados inventarán el verano que viene? ¿Se casará mi hermana finalmente? ¿Empezarán el edificio de la nueva Biblioteca alguna vez? ¿Veremos de una puñetera vez la tan cacareada subida del nivel de los mares? ¿Cuando harán la enésima parte de la franquicia del videojuego que tantas horas me tuvo enganchado? ¿Veremos matrimonios de gays con hijos paseando por la calle? ¿Me cerrarán el blog por mi pesimismo enfermizo y contagioso? Yo que sé... curiosidad. No hay ya ni un propósito vital ni una ambición. Vivir por costumbre. Porque desde que uno de los principales motivadores del género humano, el interés por el sexo opuesto, se colapsa, ya es muy difícil remontar una vida. Ese es mi caso, especialmente en un ambiente (¿en cuáles no?) en el cual se ha sobredimensionado (no es para menos) la importancia de formar una familia.


Ya me he quedado a gusto, ya he pasado la tarde. Una menos... Y, mientras, seguiré rezando, albergando en mi corazón una ya no tan secreta esperanza...




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