Este post va dedicado a todas las almas (más bien diría "almos") solitarias que, en estas señaladas fechas, estarán dedicándose a repasar películas tan dispares como "Cuando Harry encontró a Sally", "Tienes un email", o "French Kiss"... ¡Coño, que coincidencia, todas las de Meg Ryan!
¿Quién me iba a decir a mí que terminaría deglutiendo toda la filmografía de Meg Ryan?
También están en mi más alta estima aquellos sacrificados que tendrán que soportar en las bulliciosas cenas familiares estar en el punto de mira de caritativas ánimas que no piensan más que en nuestro bien, recordándonos sin cesar que estamos solos y que no hay ninguna mujer a nuestro lado. ¿Me vas a presentar tú a alguna? ¿No? Entonces a callar...
Elegí aposta la foto de la velada navideña: tenebrosa y sombría
Mis condolencias, por supuestísimo, a aquellos extraños ejemplares que viven en una pequeña casa (o buhardilla) del casco viejo (por poner un ejemplo, no es que me vengan ejemplos cercanos a la cabeza), como ancianos a los cuales ya nadie observa ni de reojo, a no ser que sea para criticar. El fun, fun, fun de la zambomba ya no será para ellos un símbolo de regocijo y felicidad sino un molesto recuerdo de que las navidades están hechas para los niños y que ni ellos lo son ni que por generación espontánea nacerá uno estas navidades. El niño Jesús será su único amigo fiel, repetido hasta la saciedad y el dolor, todos los solsticios de invierno. Gracias a una política injusta la adopción les estará vedada a ellos, que lo darían todo por amor.
Este niño está deseando tener un padre en estas Navidades. ¿Por qué no le dejais?
Pero no quiero ser pesimista. Todavía hay esperanza. Nuevas divinidades femeninas están dispuestas a entrar a cañón en estas señaladas fiestas para ocupar el vacío pedestal de un Dios todopoderoso que parece habernos abandonado. Son humanas, son falibles, no son todopoderosas (dales tiempo) pero, como dice el evangelio, y a riesgo de ser algo blasfemo...
"No soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme".
Irene Suarez: la Ártemis hispana
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