Después de reponer fuerzas en una cafetería cercana a la estación, nos encaminamos con paso firme al laberíntico recinto subterráneo denominado Metro, donde nos asaltaron canciones navideñas y oleadas de personal, que nuestros ojos provincianos a duras penas podían procesar.
Nuestro destino sería el
Museo Geominero, rebautizado con el nombre de nuestro principito. Entramos justo cuando amenazaba lluvia. A nuestra disposición, totalmente gratis, un recital de moluscos, bichitos metidos en ambar, langostinos del cretácico, trilobites... Yo pensaba que era un nuevo tipo de unidad de medición informática, no estaría mal puesto que nos empiezan a escasear los
apelativos; Tera parecía la bomba y ya hemos llegado a unidades de disco de 1 T; en fin, no divaguemos...
Al parecer, y no como en el Guggenheim, el edificio tiene un valor estético incalculable, similar a las valiosas reliquias que en él se albergan. Inaugurado por Alfonso XIII, posee una sala cubierta por una bóveda de cristal, que es donde reposan la mayoría de los contenidos. Ela aquí en todo su esplendor...
Con ese sabor decimonónico del edificio ya nos sentíamos Lamarcks o Darwines, explorando medio mundo en busca de los pinzones que, como todo el mundo sabe, eran unos maricones. Pero eso ya es otra historia.
Pero no sólo de fósiles vive el hombre, además que no se pueden comer porque son de piedra!!! Por eso nos decantamos por centrarnos en los minerales, que tenían bonitos colorines. Para unos zoquetes como nosotros, que no sabemos ni el símbolo del Bismuto, eso bastaba.
Aquí van algunas de las fotos que pudimos sacar de todo el periplo. Recomiendo ampliar la imagen, que lo mío me ha costado subirlas:
A ver quién es el listo que roba esto...
Fósiles de caracoles
Prousti-tu-ta
Esta calcita es la hostia
Celestina
Criso-Cola
Cuando salimos, ya eran las 14:00 y nos encaminamos a los subterráneos con dirección "Embajadores". Allí, muy cerca de la glorieta, estaba el restaurante "
Tandoori's", un indio con unos precios competitivísimos y una digna calidad gastronómica. ¿Nos conformamos con muy poco? Yo creo que no: el lugar limpio y con una decoración apañada a lo
spanish typical tavern, pero sin los borrachos, y la comida llena de sabor oriental.
Nos atendió un simpático camarero, al cual se le veía agobiado pese a que sólo tenía que atender cuatro mesas. Aparte de un apagón "pocológico" que tuvimos que sufrir durante unos minutos (la luz iba y venía como en Poltergeist), tuvimos que esperar a ser servidos una hora más o menos. Yo creo que lo hicieron aposta para imitar las situaciones que podríamos padecer de estar en un verdadero restaurante indio de la India, a lo parque temático.
Os muestro la carta para que veáis que la variedad y el precio eran realmente interesantes:
Nuestra elección fue: Onion Bhajia + Cheese Naan + Prawn Biriyani + Chicken Korma + Chicken Karahi yo + Mango Lassi (como la perra) + cafe cortado + 2 botellas de agua 1 litro = unos 35€
Después de salir de nuestro periplo indio con el estómago reconfortado, nos encaminamos hacia la Casa del Libro de la Gran Vía. Rodeados por inmensidad de personas, se me desplegaba ante mis ojos belleza tras belleza, casi sin ser capaz de contabilizar ni de puntuar. Chicas de diez más chicas de diez más chicas de nueve, toneladas de mujeres estéticamente impolutas. No pude más, pensé que me iba a empachar con tanta perfección pero no, uno nunca se cansa de ver cosas y personas bonitas.
De pronto, las mujeres de Burgos me parecieron estar vendiendo humo. Unas grotescas 6 y 7 que, aprovechando la escasez de más altos valores, se encastillan en posiciones que, desde luego, no les corresponden. Si alguna vez emigro por razones laborales (nunca serán sólo laborales), Madrid, Berlín o Colonia, serán mis favoritas.
Y de nuevo, más belleza. Cuatro pisos de cultura empaquetada y dispuesta a ser vendida al mejor postor: la Casa del Libro, monumento al saber. Allí tenía que estar.
Busqué a mi mejor compañero de cama de estos últimos meses:
Michio Kaku. Su nombre retumbaba en mi mente desde la primera vez que le ví en un documental de Discovery Channel hace dos años. Desde entonces, se ha convertido en mi principal
muso. Estoy aprovechando la fecunda obra de este americano del sol naciente para obtener un sustento científico a mi último relato, que ya veremos si ve alguna vez la luz.
Encontré algunos libros suyos pero no el que buscaba. Atención a la subida de precios en el mercado ibérico. A veces la lectura es precisamente eso: jamón ibérico.
Amazon Casa del Libro
Michio Kaku:
La física de lo imposible 7.66 € 20.90 €
(lo imposible es no comprarlo
por Amazon)
Universos para lelos (como yo) 8.43 € 36.50 €!!!!
Peter Longerich
Himmler: Biografía 37.16 € 35 € (será el tope de precios que pueden
Te da igual uno que otro poner)
Judith Herrin
Bizancio 8.43 € 27.90 €
Al final decidí quedarme con los dos señalados y pedirlos por internet. Aún con los gastos de envío me salía más barato que el libro de Judith Herrin en la Casa del Libro. Así es la vida.
Tras escurrirme sin comprar nada, a eso de las 18:15 salí al encuentro de mi amigo Roberto, que había estado registrando la sección de New Age, autoayuda y espiritualidad. Al final decidió que la mejor autoayuda para él era no gastarse un euro.
Y de vuelta a la estación, para dormir a pierna suelta durante el viaje y reposar las vivencias adquiridas en un maravilloso viaje que, si bien resultó menos cargado de actividades de lo esperado, en su gran parte pudo completarse con nota. Ya estoy esperando el día en que pueda volver. Tenemos pendiente el Museo Arqueológico, el Museo del Prado (increíble que no lo conozca todavía) y el Jardín Botánico, entre muchas otras maravillas que nos puede brindar la capital.