viernes, marzo 06, 2009

El mandato más largo. EU-Roma: Mi máquina del tiempo (Parte III)




Martiya I Zosimid, el Grande (579-649 AVC)

 El gran Martiya fue el emperador que más tiempo se ha conservado en la cúspide. Sus comienzos como un inocente niño rodeado de sabios tutores y atrevidos generales se recuerdan como un período de tranquilidad, calma y afianzamiento de la dinastía. Este cuidado extremo dio como resultado a un hombre gris que, pese a su enorme poder y extensos dominios, no era conocido por el pueblo. Su dilatado mandato produjo multitud de beneficios para las clases más bajas. Completó los proyectos de irrigación en todos los rincones del imperio, estableció puertos más allá de Siracusa, abrió foros, academias, fortificó aldeas y ciudades, pero todo eso no bastaba.

El populacho quería a un rey que se implicase en la labor bélica, muy mermada por aquella época, pues ya no había apenas territorios por conquistar. La república romana, Egipto y Cartago, principales competidores, eran aliados y no había nada que temer. Sin embargo, pronto surgiría una oportunidad para que Martiya pudiera retomar el apoyo de sus vasallos.

El reino númida, una nación de valientes bereberes nómadas del desierto, había sido siempre como uña y carne con Cartago. Pero algunas luchas intestinas promovidas por esta república, antigua colonia fenicia, hicieron nacer un resentimiento que Seleucia pudo aprovechar como vecino competidor. La guerra númida-cartaginesa estaba a punto de comenzar y Martiya ya se había decantado por un bando, el del triunfador: Cartago.


Antiguamente, en tiempos del joven Phocas, Cartago ya había sufrido en sus carnes el mordisco cruel y demoledor de la armada y los Stratos Seléucidas. Ahora, como tributarios de Seleucia no podían sino ampliar sus fronteras a costa del antiguo aliado. Pero Martiya no permitiría que obtuviesen ni un sólo palmo de tierra.

Algunas provincias númidas pasan de este modo al dominio seléucida, en una brutal carrera contrarreloj contra Cartago. El Stratos Hispánico es recompensado con el Nicator, símbolo del esplendor y la gloria militar del imperio: uno de los estandartes empleado por Alejandro en su campaña por Persia. 


El propio Martiya se situa al mando de sus tropas, dirigiendo varios Stratos en su prolongada vida y recibiendo los laureles de la victoria. Dirigiendo la defensa de las fronteras norteñas del Imperio en el Stratos Armenio, lanzando desembarcos rápidos y decisivos en el Primer Nautikón o vigilando al gigante dormido, la peligrosa Roma, junto al Stratos Tarentino. La plebe empieza a querer a su lider y a disfrutar de una mejora ostensible en sus vidas, gracias a las construcciones cívicas.

Sin embargo, en la corte algo tenebroso se mueve entre los cortinajes. Muchos hombres, profetas de mal agüero, y sibilas ensimismadas en sus oscuras visiones, adivinan un futuro aciago: la guerra fratricida está a punto de repetirse...

El desastre nunca parece llegar y los agoreros son olvidados. Sin embargo, sucede algo que se graba a fuego en todos los testigos de aquella época. La primera y más leal alianza con una nación poderosa se quiebra. Egipto cae en una vorágine de odio y violencia, una crisis que convertirá al pais más rico del Mar Mediterráneo en una sombra de lo que fue. La teocracia de los faraones quiere volver a resurgir y considera una amenaza la influencia helenista de los ptolomeos. 

Sin embargo y, gracias a la paciencia y el esfuerzo diplomático de los embajadores, cuando las aguas del Nilo se calman, el fértil limo de la concordia se esparce entre ambos pueblos.


Martiya, aparte de un emperador civilizador y conquistador, es orgulloso, justo, diestro en el arte de la política y también algo angustiado debido a sus agotadores reuniones con sus consejeros.


Pasan los años... Estamos en el 618 AVC y el emperador, con dos hijas y tres hijos, recibe una noticia funesta aunque no especialmente sorprendente. Herón y Omyrus, los hermanos gemelos, han discutido por una mujer y, al estilo de la mitología de Rómulo y Remo, Omyrus apuñala a su hermano en el vientre. Una herida mortal de necesidad acabó con la vida de este enfermizo y devoto joven. Su padre trató de silenciar este acontecimiento, asociándolo con una conspiración contra su persona y su familia, aprovechando de este modo para organizar una cacería en busca de rebeldes y posibles usurpadores al trono imperial.


Este acontecimiento contribuirá a crear un clima de rebeldía y disensión tanto en los gobernantes provinciales como en los generales, los cuales serán frecuentemente sobornados con un puñado de oro, directamente extraído de las arcas imperiales. El imperio ya nunca sería un lugar seguro para la familia Zosimid, ni su propia familia para Martiya sería de fiar.

El heredero, el hijo mayor de Martiya, Nikomedes Zosimid, vigila muy de cerca a su padre. Después de la muerte de Herón ambos se vigilan estrechamente. Nikomedes, un muchacho envidioso del cargo de su padre, es el principal sospechoso de muchos de los complots que se desarrollan en las numerosas provincias del imperio. Por ello, es enviado bien lejos, como Arconte de Sarmacia, para demostrar que puede ser capaz de desempeñar las labores de un gobernante y asegurarse de que se calman sus ambiciones homicidas.

En este intervalo, el hijo de Nikomedes sigue formándose en la corte, situación que aprovecha Martiya para ponerse de su lado y atraerle a su causa, labor tediosa y paciente que termina dando sus frutos...

A la vuelta de su lejano destino, se produce el esperado encuentro. Pheneos y Nikomedes se abrazan como padre e hijo en la casa solariega de la familia en Lycia. Martiya, muy lejos en la capital seléucida, se frota las manos. En el momento del abrazo, con todos los criados y esclavos de la casa presentes, Pheneos saca su daga de caza y apuñala a su padre, el cual no espera para nada la traidora maniobra. Nadie sabrá nunca si Nikomedes pudiera haber sido el conspirador capaz de quitar a su padre del trono, nadie sabrá si hubiera podido ser un buen gobernante. Se cuenta que los presentes murmuraron: "Muere el heredero: ¡Vaya sorpresa!"  Tradición del imperio seléucida.


A su regreso a la capital, Pheneos recibe el saludo de su abuelo como si volviese de una campaña victoriosa. En la escalinata de palacio, Martiya corre a saludarle y con sus vigorosos brazos le levanta como si fuese un pelele. En la ciudad se rumorea que Martiya se ha convertido en el monstruo de la mitología, Cronos, el titán que quiso devorar a sus hijos. Las tabernas y hospedajes se convierten en un hervidero de dichos y burlas, algunas de ellas difundidas por el gemelo Omyrus, aludiendo a un posible amorío entre ambos. Martiya, encolerizado, libera a su guardia pretoriana en busca de culpables. Se palpa la tragedia... 


Los consejeros imperiales cambian su voto a favor del tercer hijo de Martiya. Sin embargo, el emperador, obcecado con la idea de nombrar como descendiente a su nieto, le nombra Gran Visir, acto simbólico que hace fijar las voluntades de los consejeros con más firmeza aún. Pheneos jamás será emperador. La Segunda Guerra Civil ha comenzado...

Continúa la Saga. EU-Roma Mi máquina del tiempo (Parte II)



Retomamos nuestra línea dinástica ya consolidada en la familia Manid. Phocas es el segundo emperador que conocen las gentes de Seleucia. Su capacidad con las armas ya es explotada sobremanera en su más tierna infancia. A los 5 años toma la corona imperial, ya muerto su padre supuestamente por causas naturales. Con sólo 10 años, se embarca en la complicada misión de asolar Cartago y todas sus provincias. 

  

 

Su objetivo es cumplido en pocos años con una eficacia que asombró a su época. Algunos hablaban de una complejidad logística similar a la que tuvieron que emprender Alejandro y los suyos de camino al Oriente. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Se había escogido sabiamente un enemigo que estaba al alcance de la mano combativa de los helenos. El Mediterraneo Oriental era prácticamente seléucida y, poseyendo puestos de avanzada tanto en Cerdeña como en Iberia, la tarea se facilitaba considerablemente.

  

 

El gran inspirador y realizador de este sueño fue el Gran Visir Olympos Helladid, tutor y regente del niño, hombre de confianza del antiguo emperador además de Senescal y Strategos (general) del potente destacamento Ibérico. Valiente y astuto como pocos, estableció un plan de conquista de tres cuerpos que ha sido copiado en posteriores ocasiones para invasiones de importancia capital:

  

 

- En el momento de la declaración de guerra ya estaba en camino desde Lusitania con sus tropas leales, dirigiéndose con celeridad al Estrecho de las Columnas de Hércules. 

 

- El Primer Nautikón, la flota principal de la Armada Imperial, se encargaba de diseminar su letal cargamento (el Stratos Púnico) por turnos: en Tarento, Córcega, Sicilia y finalmente en plena frontera cartaginesa.

 

- Desde la frontera con la Cirenaica controlada por Macedonia esperaba instrucciones el Stratos Tripolitano o Líbico, dispuesto para atacar posiciones enemigas como un rodillo apisonador.

 

Este plan sucedía de tal modo que en el momento de la inserción del Stratos Púnico a pocos kilómetros de la ciudad de Cartago, ya se habían ocupado territorios a derecha e izquierda del centro geográfico del dominio enemigo.

 

Todo ello sucedió a la perfección. Sin embargo, nadie contaba con la dureza negociadora de estos descendientes de fenicios. Finalmente, y pese a poseer todas las provincias, la situación no era especialmente provechosa. Phocas tuvo que conformarse con las provincias estratégicas del Mare Nostrum: Córcega, Tarento y Sicilia. Cartago seguiría en pie pero con la pesada carga de un tributo altísimo.

  


A Phocas se le define por los siguientes rasgos: generoso, precipitado, cruel, vengativo, arbitrario, brusco y con un aire de superioridad moral. De ahí se entiende el por qué del hartazgo popular que, una vez superados los triunfos de la guerra, vieron que someterse a su personalidad altiva y dictatorial no les daba los réditos deseados. El populacho, manejado por los hábiles dedos de la familia Zosimid, una de las más prestigiosas de todo el imperio, sería el instrumento perfecto para llevar a cabo su proyecto de purificación.

 

En la imagen inferior, busto de Seleuco Nicátor, adorado como el fundador de la dinastía seléucida y añorado por muchos. El pueblo llano deseaba la llegada de un nuevo emperador que no se amilanase como lo hiciera Phocas en el establecimiento de una tregua no lo suficientemente beneficiosa para los propios intereses, buscaban a un nuevo héroe.

 

 

Una dura guerra civil estaba a punto de comenzar... La mayor parte de los consejeros imperiales abandonan sus puestos, unos de motu propio y otros influenciados por moneda ajena. El vacío de poder es aprovechado por elementos rebeldes para crear caos y desorden a lo largo y ancho del imperio. Las fuerzas militares no eran capaces de hacer frente a tanto mal. 

 

A los treinta años de edad, Phocas es asesinado en su palacio de Seleucia, asediado por huestes y turbas vociferantes. El 1 de Agosto del 570 AVC concluye el período de oscuridad y anarquía, que había durado aproximadamente dos años, con la coronación de una nueva línea imperial, la de Aleos I Zosimid.

 

 Aleos I Zosimid, el Breve (570-578 AVC)

  

La función de este emperador fue la de acomodar de manera paulatina al pueblo a la nueva manera de actuar de los Zosimid. Los Manid habían pasado a la historia y, si bien algunos continuaban clamando venganza en el desierto liderando a mendigos y desesperados, otros habían sido aceptados en la corte como miembros destacados, aunque todos ellos poseían de un modo más o menos encubierto el resentimiento de haberles sido arrebatado el poder de las manos.

  

 

Poco más podemos decir de esta figura de transición. Retomó las obras de ingeniería ya olvidadas de Amadokos y, adaptando las nuevas técnicas aprendidas, construyó diques y canales por doquier. Sería su nieto quien llevaría la ingeniería y la arquitectura a cada esquina del Imperio.

 

Sin embargo, ya tenía una edad avanzada y con 61 años muere dejando un trono vacío. Su hijo, Agathocles Zosimid, se ve obligado a volver de la corte póntica donde estaba liderando una rebelión contra la déspota sacerdotisa Eurídice Aratid, encargándose de la regencia por período de unos pocos meses y asignándose el título de Gran Visir, entre otros. En ese tiempo deja preparado el camino para la coronación de su hijo Martiya, con tan sólo dos años de edad. Esa parece ser la tónica dominante en el imperio: hijos que capten la esencia del gobierno desde la más temprana edad, siempre con la ayuda de filósofos y sabios que lo ayuden en su cometido y en el aprendizaje de las más diversas materias.

  

Martiya I Zosimid, el Grande (579-... AVC)

 

Alcanza la hegemonía mediterranea del imperio seléucida. Abre múltiples frentes de batalla. Es el héroe esperado, que lidera a sus tropas a la batalla en los escenarios más insospechados: desde las montañas contra los independentistas armenios hasta el desierto contra la amenaza númida, pasando por las suaves colinas de Sicilia contra rebeldes pagados por Roma. En la siguiente entrega relataremos sus aventuras... Hasta entonces, volvamos al siglo XXI.

 

Europa Universalis Roma: Mi máquina del tiempo (Parte I)



Hoy quiero llevaros conmigo en un viaje a un lugar muy lejano tanto en el tiempo como en el espacio, y en vuestra imaginación. Por medio de mi singular máquina del tiempo, el videojuego Europa Universalis: Roma, visitaremos el extraordinario aunque exiguo Imperio Seleúcida.

Año 430 AVC (Ab Urbe Condita: es decir, después de la fundación de la gloriosa Roma) o, para nuestras cristianas entendederas, 323 Antes de Cristo. El lugar: Babilonia. Alejandro Magno acaba de morir y sus generales o diádocos se reparten el imperio que tan trabajosamente se había procurado. No hablaremos de las causas de su muerte, aunque sólo diré que la ambición es una fuerza que nos lleva por caminos oscuros: el de la traición o el asesinato, una fuerza de la que pronto seréis testigos.

El reparto fue tal y como sigue, si mi wikipedia no me falla:





  • Grecia, y Macedonia para Casandro, hijo del veterano general Antípatro.

De éstos cinco destinos dispares sólo dos serían realmente fructuosos, al menos durante un tiempo prudencial, hasta que la magna Roma tuviese algo que decir al respecto.

Sin embargo, en nuestra realidad alternativa a la que estamos a punto de asomarnos, algo distinto ha sucedido. Tras la muerte del diádoco Seleuco, testigo y participante en las hazañas del gran Alejandro, aparece una figura como la de Antíoco I. Este basileo, o rey para los griegos, fue el primero de una dinastía algo accidentada que, sin embargo, eclipsó a la poderosa Roma tanto en el helénico este como en el oeste, dando lugar a un mundo totalmente distinto al que conocemos por los libros de texto. La historia está a punto de empezar...

Antíoco I, el rey conciliador (473-493 AVC)

Sus primeros pasos como rey dieron la impresión de que se enzarzaría eternamente en una guerra fratricida con los descendientes ptolemáicos que residían en Egipto. Las contínuas trasgresiones fronterizas y, sobre todo, el escabroso tema de las provincias egipcias del Asia Menor (actual Turquía), demasiado cercanas a la ciudad del mismo rey, Antioquía, eran demasiado sangrantes como para no ignorarlas. El rey heredó una guerra con Egipto pero pronto descubriría que el equilibrio de poderes era demasiado ajustado como para lograr una victoria contundente.


Pasados unos años en los que no pudo conseguir mas que unos escasos kilómetros tras la frontera con Judea, decidió cambiar de estrategia. Enviaría sus Stratos más potentes (falanges combinadas con caballería a la manera alejandrina) hacia las provincias de Caria y Lycia, en Asia Menor. Ocupó el territorio que por derecho le correspondía, dejando un destacamento fantasma en la frontera fenicia. Los egipcios no se atreverían a realizar un contraataque debido a que en la última incursión habían quedado muy debilitados.

A la isla de Chipre llegaron algunas unidades derrotadas, atrincherandose en la espera de una pronta invasión de la isla por mar. Algo que sería muy fácil de planear pero más complicado de realizar.

Una vez asentado firmemente en toda la costa frente a Chipre, Antíoco buscaría una manera de conseguir toda una flota de la nada. Egipto le aventajaba enormemente en unidades y cualquier intento de hacerse a la mar resultaba en derrota humillante. Chipre debería esperar...

El sistema de alianzas de Antíoco era en un principio muy débil. Sólo los reinos helenísticos vecinos, como Pontus y Pérgamo, eran capaces de afiliarse a su causa. De Macedonia ya no podía esperarse nada bueno. Seleucia debería complementar su poderío terrestre con una importante flota. Pero no había mejor flota que la egipcia...

Tras unos años de angustiosa guerra, emboscadas en el mar, milagrosas incursiones seléucidas en el mismo continente africano y una nueva alianza con Bithynia, otro reino en la costa del Mar Negro, la tregua llegó en el 276 AC. Antíoco se llevó a casa sus dos provincias y estableció las bases de la que sería la conciliación entre hermanos. Ptolomeo y Antíoco, unidos en busca de la prosperidad.

Aunque la alianza con Egipto no llegaría hasta aproximadamente un siglo después, se habían puesto las bases del entendimiento. Dos potencias opuestas y simétricas jamás podrían aniquilarse entre sí. Por ello ambos decidieron mirar a otro lado:

- Antíoco al estratégico estrecho del Propóntide o de los Dardanelos y, por tanto, a Europa.

- Ptolomeo a sus no menos poderosos vecinos del oeste, los cartagineses y, por tanto, a Africa.

Ambos avances resultaron igualmente exitosos. Mientras que Antíoco I, con la ayuda de sus asiáticos aliados (y sin ella), pudo someter al pequeño reino de Tracia y la liga Aquea en la misma Grecia, Ptolomeo II trató con éxito de limar la región cirenáica de sus rivales cartagineses.

Sin embargo, ésta demostración de poder en la misma Grecia debía acompañarse de un compromiso de evitar el enfrentamiento con Antígono, rey de Macedonia. Él mismo había solicitado la ayuda de Antíoco para evitar la rebelión de las ligas del sur y, por tanto, una nueva alianza se palpaba en el ambiente. Sólo que Seleucia acalló las disensiones y penetró en el territorio, ocupándolo por completo. En vista de los resultados, Antígono decidió apartar la mirada y dejar hacer. A la larga, el peligro de Macedonia no sería la dinastía seléucida sino la misma Macedonia. Infinitas guerras civiles que terminarían por diezmar un territorio, algo que los descendientes de Antíoco sabrían aprovechar...


Todo este maremagnum militar se acompañó en la vida del basileo de una colonización intensiva en las fronteras más orientales del reino, un incremento en las tasaciones y en el saneamiento de las arcas y una funesta suerte con los ritos religiosos. Antíoco fue notorio por su capacidad bélica y diplomática, pero los hados no le acompañaron, nunca dedicó suficiente dinero a los templos de las divinidades. Era un gobernante escéptico, justo, generoso, disciplinado y lujurioso. Su único hijo varón fue asesinado a los 10 años de edad y sus hijas, poco peligrosas para los rivales al trono, vivieron hasta los 70.

Berossus I, el rey conspirador (493-522 AVC)

Toda la vida anterior a las responsabilidades de gobierno de este babilonio se centra en cómo alcanzar cotas mayores de poder. Todo heredero capacitado para gobernar en los últimos años de vida de Antíoco moría sospechosamente como lo hizo su hijo en su más temprana infancia. Una habilidad insana para la estratagema y el ardid, unido a una popularidad a prueba de los más duros exilios y desplantes por parte del poderoso monarca, facilitaron el ascenso al poder de Berossus.

Una vez en el gobierno seléucida resultó ser uno de los gobernantes más sabios y válidos. Desarrolló a la perfección toda la política iniciada por Antíoco:

- En el Este decidió seguir con la tregua egipcia. Consolidó las alianzas con los reinos griegos, arrasó Armenia, avanzó posiciones en el norte de Macedonia, ayudándolos contra los ilírios.

- En el Oeste, fortaleció su cabeza de playa en territorio lusón (Portugal) y vacceo (Meseta Ibérica), dando sentido al arriesgado intento de colonizar Iberia por parte de su antecesor. También se enfrentó a los Cantabros, ocupando su territorio con presteza.

- En el Norte, imitando a Antíoco en Iberia, inició otro acto de locura o tal vez de genialidad. Con escasas tropas pero bien curtidas en las guerras ilirias, atravesó centenares de kilómetros inexplorados hasta llegar al borde de las tierras germanas y conquistarlas en escasos años de campaña. El reino suebo sería una de sus más preciadas adquisiciones.

Con Berossus, Seleucia empezaba a mirar al mar. Su flota, ya fuera del peligro egipcio, navegaba sin miedo por el mar Mediterraneo. Puntuales encontronazos con la marina macedonia le dieron a entender que la suya seguía sin ser la flota más importante. Cincuenta navíos fueron los culpables.


Existen pocos registros de esta época, quizás debido a la necesidad de oscurantismo de este gobernante lleno de claroscuros. El último rey seléucida fue intrigante, agudo, en sus discursos daba la impresión de hablar con sinceridad, todo un maestro de la oratoria. Sus dos hijos varones también murieron rápidamente, la corte real había entendido que esa era la forma más rápida de alcanzar el trono.

Amadokos Manid, el Emperador (522-555 AVC)

Con las extensiones tan inmensas de terreno conquistado, el reino seléucida se quedaba pequeño. Ambicionando la inmensidad del imperio heleno de Alejandro, el joven y dinámico Amadokos se autoproclamó Emperador y juró solemnemente conservar y proteger a las tierras y gentes que conformaban su dominio.

Debido a la Guerra Civil del año 570 AVC, que prendió en los corazones de media Seleucia, los historiadores posteriores fueron nefastos con la familia Manid. Mentiras, difamaciones, bulos, así como incendios y saqueos en los centros de gobierno de ciudades como Antioquía, Seleucia o incluso Babilonia terminaron por borrar esta historia gloriosa de los primeros años del imperio.

Amadokos no logró éxitos tan fulgurantes en el ámbito militar como su hijo Phocas. Las malas lenguas decían que el hijo fue mejor combatiente que el padre. Algo fácil de creer sobre todo sabiendo que era manco. Tuvo roces con Massilia y Cartago, con lo que obtuvo la isla de Cerdeña. Fue testigo de la creación del reino independiente de los Taurisci en Iliria, de la guerra macedonio-egipcia en la que los primeros ganaron Chipre y Cirenaica. Participó en la guerra civil macedonia posterior y cedió territorios a Roma. Error que no le perdonarían sus críticos posteriores.

Bondadoso, modesto, justo, generoso, inteligente, fueron sus rasgos más característicos. Con él empezaron las modernas construcciones de irrigación en toda la extensión de Siria y la antigua Persia. Fue, sin duda, más un civilizador y colonizador que un conquistador.

Phocas Manid, el Traicionado (555-570 AVC)

Esta será una historia para otro día. El segundo y último de los Manid consiguió la provechosa alianza con Roma y luchó encarnizadamente contra los cartagineses, con resultados estratégicamente fructíferos. Con él se logró la hegemonía marítima en el Mediterraneo. La Edad de Oro había comenzado...